Cuando comienza un nuevo año solemos hacer buenos propósitos apoyándonos en este pretexto. Pero suele suceder que cuando pasan unas semanas es fácil que comencemos a hacer rebajas a dichos propósitos. Así que me permito recomendarles que busquen en algún rincón de la lista que hicieron.

Sin afán de adivinar, me consta que muchos se propusieron firmemente no dejarse llevar por las circunstancias, las prisas, los nervios y las actividades, de manera que les volvieran a generar angustia y que casi les impidera gozar de las cosas de la vida. Lo escribieron en el papel o en la cabeza, en un momento de lucidez en que se permitieron tomar consciencia de cómo está siendo su vida y de ser suficientemente libres interiormente como para no dejar que sean elementos externos los que les dicten cómo han de vivir.

Otro bloque de los propósitos de año nuevo viene de la mano de atender mejor nuestra corporalidad. Sí, dejar de maltratarnos, de tratarnos mal. Es una trampa confundir la atención humilde con el culto al cuerpo. ¡Idolatrías, ninguna! Pero resulta que acabamos de celebrar el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios y, en realidad, sacamos pocas consecuencias del hecho de que Dios asumiera la corporeidad del ser humano. ¡Rechazar la dimensión humana -como la divina- de Jeús de Nazaret ha sido considerado nada menos que herético!

No están las cosas como para pasar por alto cualquier fuente de información o conocimiento. Menos aún si tienen alguna cosa que decirnos sobre nosotros o sobre nuestra vida y la de los que nos rodean. Y resulta que una de estas fuentes de información es el propio cuerpo. Escucharlo, ver cómo reacciona, cuándo se pone enfermo, cuándo le bajan las defensas, cuándo nos sentimos bien… es una forma de entender quiénes somos, cuáles son nuestros puntos fuertes y cuáles los débiles.

Cada vez son más los que hacen interpretaciones globales de las dolencias del cuerpo. Sin caer en esoterismos, lo cierto es que nuestro organismo reacciona ante la vida que le imponemos, a veces casi dictatorialmente. Nos ponemos enfermos porque nos bajan las defensas; pero los complejos vitamínicos sólo resuelven una parte. Las defensas bajan porque hay alguna cosa que nos es agresiva y haríamos bien identificando qué es.

Ya sé que me dirán que no es tan fácil cambiar muchas de las circunstancias de la vida. Pero, y cuando el cuerpo los pare… entonces ¿qué harán? ¿Decirle que no les cabe en la agenda “estar de baja”?

Audio: Retomando los propósitos de año nuevo

Texto: Natàlia Plá
Voz: Javier Bustamante
Música: Manuel Soler, con arreglos e interpretación de Josué Morales
Producción: Hoja Nuestra Señora de la Claraesperanza

 


 

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