Fue la semana pasada, en un lugar bellísimo. Era un encuentro familiar. Los diez hermanos con sus respectivos cónyuges, los hijos y los nietos, algunos venidos de lejos, se encontraban para recordar a los abuelos, ya traspasados. El abuelo murió hace tres años, la abuela hace más de cuarenta. Los de la última generación ya no la conocieron. En muchos ojos había lágrimas de añoranza y de agradecimiento.

Manuel, uno de los hijos, recordó en voz alta lo que había representado para él perder a la madre, aún joven. Dijo que se había rebelado interiormente contra Dios, que había dejado de practicar e, incluso, de creer. Le parecía muy injusto que su madre se hubiera ido cuando su presencia en la familia era aún tan necesaria.

Recordaba que entonces alguien le aconsejó que fuera a ver a una tía, religiosa carmelita. Cuando ella, mujer sabia y profunda, le preguntaó cómo se encontraba, Manuel se lo explicó sinceramente. “Te entiendo muy bien”, le dijo la religiosa, “entiendo muy bien que no quieras ir a misa.” Manuel se sorprendió mucho: no se esperaba que la tía le respondiera eso con aquella contundencia. “Te entiendo muy bien – continuó la religiosa- porque para ir a misa antes hay que hablar mucho con Jesús. Sólo cuando uno habla con Jesús descubre la necesidad de ir a misa, es como la guinda del pastel, que corona una amistad larga y profunda…”.

Manuel decía que a partir de aquel día volvió a hablar con Jesús y que después de un tiempo volvió a ir a misa. Todos lo escuchábamos con atención, pero me fijaba especialmente en cómo lo hacían los jóvenes y los adolescentes de la sala. Muchos de ellos tampoco iban a misa, seguro que por motivos diversos y quizás no tan importantes, pero el testimonio de Manuel los conmovió. A mí me ayudó a entender una de las causas por las cuales hoy tantos jóvenes han dejado de practicar: si no les hemos ayudado a descubrir la plegaria, ¿cómo pueden descubrir el sentido de la plegaria más importante, la eucaristía? A menudo criticamos los síntomas, pero no vamos a las causas profundas.

¡Gracias Manuel, por tu testimonio!

Audio: La guinda del pastel

Texto: Jaume Aymar
Voz: Javier Bustamante
Música: Manuel Soler, con arreglos e interpretación de Josué Morales
Producción: Hoja Nuestra Señora de la Claraesperanza