Se llama Juan José y hace treinta y cinco años es docente. Se dedica a la educación, porque siendo estudiante de químico farmacéutico, a veces ayudaba a estudiar a otros compañeros, situación que le permitió descubrir, a partir de la experiencia práctica, que su vocación era ser maestro de escuela. Él dice que descubrió verdaderamente el sentido de su vida. Se tituló de profesor y después de un tiempo tuvo la oportunidad de ejercer cargos de responsabilidad. Actualmente, es rector de un colegio de una periferia en Santiago de Chile. Juan José explica que cuando llegó a la escuela que hoy está a su cargo, hace ya diez años, la encontró físicamente muy deteriorada: “parecía una cárcel”, recuerda, “todo estaba maltratado, las paredes ralladas, puertas rotas y robaban a los docentes, nadie quería trabajar aquí”.

Enseguida empezó a embellecer los espacios, pero costó dos años instalar acuerdos explícitos e implícitos sobre reglas de convivencia y respeto. A pesar de todo, la tarea recién empezaba, porque lo más delicado era traspasar la convicción al cuerpo docente de que “todos podemos”, de que “es posible” y, como dice él, que los docentes “crean en las posibilidades de los alumnos”. Comenta Juan José: “de manera teórica, un docente sabe que todos los alumnos pueden aprender, pero en la práctica, muchos elementos entran en juego, hay profesores y profesoras que tienen miedo, no tanto de ser agredidos por los alumnos, sino de fracasar, de hacerlo mal. Tienen miedos personales, inseguridades, porque no han podido comprender, a través de la práctica docente, que es posible. Cuando no tienes este convencimiento, es muy difícil”.

La experiencia de Juan José es que la práctica educativa funciona para todos: desde el rector, hasta el más pequeño de los alumnos, y se basa en la confianza: “hay que dedicar tiempo y colocarse metas, mejorar los espacios físicos, hacerlos más acogedores. En esta escuela no se cierran las puertas de las oficinas, se ajustan, y si alguien tiene que hablar algo más delicado, los demás no entran, todos lo hacemos». Juan José tiene un calendario de acompañamiento a los docentes para escucharlos y animarlos de manera personal y para que vean que todos podemos aprender y evolucionar en la vida. Incluso, ha contratado a dos docentes que habían sido alumnos de la escuela.

Este ejemplo del convencimiento de un director de escuela, es una muestra del proceso que una persona hace cuando, además de experimentar lo que significa “entender” los contenidos, trata de “comprender” a las personas que trabajan con él y las ayuda a que “comprendan” a sus alumnos. “Es una cadena”, dice Juan José, “pero cuando lo has podido experimentar, nunca más lo olvidas, cambia la vida de las personas y descubrimos que todos, todos, tenemos nuestro espacio”.

Publicaciones e investigaciones del mundo educativo animan mucho a que la práctica docente sea a partir de la experiencia y que, para aprender, el alumno tiene que entender los contenidos a partir de ejemplos de la vida cotidiana. Más que memorizar, poder contrastar lo que se ve en clase con la vida, captar los mismos contenidos de manera transversal y dedicar más tiempo a aquellos contenidos que son más significativos. ¿Cuáles son los contenidos significativos? También los estudios dicen que depende de cada uno y que hay que ir conociendo a los alumnos de manera personal. Las experiencias de vida siempre son útiles para aprender, pero hay que integrarlas: entender los contenidos y comprender las situaciones personales de los alumnos.

Texto: Elisabet Juanola

Voz: Javier Bustamante

Música: Manuel Soler, con arreglos e interpretación de Josué Morales

Producción: Hoja Nuestra Señora de la Claraesperanza

Audio: Una cosa son las notas, otra es saber