Es lamentable, pero cierto, que vivimos violentamente. Hacemos valiosos esfuerzos, con mucha frecuencia, por estar en paz y por hacer la paz, pero el estatus de la paz, la cultura de la paz, es todavía un largo camino que la humanidad tiene que recorrer.

Una prueba es la falta de conciencia que tenemos de ello. Hay una fábula que habla de un lobo que explica a sus hijos su lucha constante entre ser bueno y delicado, suave y cariñoso, o ser malo, agresivo, irreflexivo e inconsecuente. Cuando sus hijos le preguntan quién de los dos gana la pelea, el lobo les responde: “aquel a quien yo alimento”.

¡Y así es! Entre un estilo de vida y otro, hay una elección continua, es una verdadera lucha, porque la inercia del estilo imperante es violenta, corrupta, mentirosa e individualista. La generalización no vale para los casos individuales de personas e instituciones que hacen grandes esfuerzos por aportar a la convivencia y a la existencia del Reino en la tierra. La generalización vale para mostrar que tenemos miedo a ser sinceros, honestos, transparentes y justamente generosos -no sólo dadivosos-. La generosidad empieza donde acaba la justicia.

La discusión sobre qué es justo o no, ciertamente es larga desde los argumentos de la razón, pero desde el amor se ve muy claro: justo es poder tener una digna existencia -posiblemente extensible a todo ser vivo-. Por eso es que ¡no hay derecho! No hay derecho que, teniendo todas las posibilidades de repartir riqueza y poder, todavía no se haga; teniendo todas las posibilidades de reciclar, cuidar el planeta y dejar de consumir innecesariamente, no se haga, y así sucesivamente.

Y, ¿a qué tenemos derecho y deber? En primer lugar, a ser amados y a amar de verdad. Cuando no hay amor, la gente se va, ¡y no es criticable que lo hagan! También el no amor o el mal amor genera violencia, porque las personas no amadas o mal amadas se sienten estafadas en el amor. Tenemos derecho y deber a que la vida esté sostenida en el amor.

No obstante, hay que decir también que, en la suma y en la resta, hay mucho más amor, generosidad, transparencia y sinceridad, que indiferencia, rencor y mentira. La prueba es que salen flores todas las primaveras, hay niños felices, gente mayor integrada y espacios para aprender a ser mejores personas. Pero, ¡falta! Todavía falta mucho para construir un mundo amable.

Texto: Elisabet Juanola Soria
Voz: Alex Borrás
Música: Manuel Soler, con arreglos e interpretación de Josué Morales
Producción: Hoja Nuestra Señora de la Claraesperanza

 

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Audio:No hay derecho