Los sentidos de la vista
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Ciego,
mas no carente de vista:
abro las manos, los oídos, la piel
y veo

leo sobre la superficie del aire
poemas

intuyo en el perfume de las cosas
su color

percibo en el tono de tu voz
el arco de tus cejas

y, a veces, entorno los ojos
ante algún silencio que me deslumbra.

El sentido termal

Tanta oscuridad
ilumina mi cuerpo

todos los miembros
me son claros

al moverme noto que
todo el mundo
está radiando sobre mi piel.

El sentido horizontal

Abrupto y amistoso,
mi horizonte
es el suelo por el que transito

sobre él recala el paso

el paisaje se traduce
en la inclinación que la tierra ofrece
y, de lo verde o lo seco,
es el andar quien sabe

cierra los ojos:
verás un lindo horizonte a tus pies.

El sentido del olfato

Cada palabra contiene su olor

como un frasco semántico
que perfuma la realidad

(imagina la sinfonía aromática
de cada conversación).

El urbanista

Trazando caminos a ciegas
nos ha dejado
una ciudad visionaria

apta para quien sueña
con los ojos abiertos.

El sentido de la soledad

El claustro,
la celda,
la soledad

la ceguera es la experiencia
más íntima de aquel monje
que vive como si asistiera
al primer momento de la creación:
“hágase la luz”
y la Luz lo miró.

El sentido de la confianza

Confío en tu voz
(el pulmón sabe fiarse del aire)

y me dejo llevar
como una hoja
por la mano del viento.

Quién

Quién da claridad al ciego de nacimiento,
quién le acerca una lámpara,
quién le dice: “eso que ves es luz,
no hace falta tocarla para saber que existe”

quién cierra los ojos
para contemplar con él.

El sentido de la otredad

El otro
es la voz que nace, crece y muere
resonando en la propia existencia.

Curación

Dos llagas cruzan el rostro
cual dos horizontes por abrirse

pon el dedo sobre las llagas:
que pase la luz,
que llueva,
que los pájaros aniden

que vea, si tú quieres, que vea.

El sentido de la orientación

Vivo en el universo acústico,
donde las voces son su propio cuerpo
y, los sonidos, señales de vida
que vibran de manera tridimensional

no veo
-como dicen-
pero, desde mi rincón sonoro,
cuando hablas
deshago el camino de tu voz
y te contemplo en ese interior

donde brotas: hierba mecida por el tiempo.

Por Javier Bustamante