Diccionario de la Lengua: Descrupulos_1uda o recelo que inquieta la conciencia.

Diccionario Espiritual: Manifestación de un sentimiento infantil de culpa. (Se entiende que la palabra infantil, hace referencia a un sentimiento no evolucionado)

En el mundo de la psiquiatría, se establece el escrúpulo como una neurosis obsesiva.

Santo Tomás, en su Summa Teológica, dice que es vicioso postular una certeza absoluta. Nos debemos contentar con una certeza que no siempre suprime todas las dudas. Cuando las dudas, no totalmente eliminadas, desequilibran nuestra conciencia y nuestra capacidad de juicio, pueden aparec er los escrúpulos.

Una persona con escrúpulos es, casi siempre, una persona indecisa en el juicio moral. El escrúpulo se manifiesta como una falsa prudencia que da lugar a un único deseo: huir, a toda costa, del riesgo de pecado. Esto suele conllevar un sentimiento de desconfianza en sí mismo y en su capacidad para resistir, lo que genera desasosiego y angustia. No es cómodo vivir con escrúpulos, porque ello implica una dosis de falta de confianza en Dios.

Bajo el punto de vista religioso, los escrúpulos se dan mayoritariamente en el área de influencia de las religiones judeo-cristianas, pero no guarda ninguna relación con la experiencia del Dios cristiano. Esta experiencia genera, entre otras cosas, confianza en Dios.

Los escrúpulos suelen aparecer en personas narcisistas y perfeccionistas, con un bajo índice de autoestima (aunque parezca paradójico). Los escrúpulos son un síntoma de obsesión. La persona escrupulosa suele distorsionar la realidad que le rodea y tiende a exagerar los pseudo-defectos. Un buen ejemplo sería una persona anoréxica.
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Resumiendo:

En el entorno de la psicología, los escrúpulos son síntoma de una neurosis, no necesariamente patológica, pero sí nos habla de un cierto desequilibrio del sistema nervioso.

En nuestro entorno de fe, los escrúpulos se manifiestan como creadores de obstáculos para nuestra conducta. (No puedo ir a comulgar, porque…) El seguimiento de Jesús proporciona (o debe proporcionar) una confianza tal, que es imposible que tengan cabida los escrúpulos. La confianza en Dios nos ayuda a mantener el miedo controlado. La confianza en Dios nos hace nacer a una nueva paz, a una armonía profunda que nos permite percibir, en el mundo, la belleza de una sinfonía universal. (30 vocablos para una nueva evangelización)

 He aquí un fragmento de un libro de Èloi Lecclerc, titulado “Sabiduría de un pobre”. Se refiere a san Francisco de Asís y dice:

– ¿Sabes, hermano, qué es la pureza de corazón? –pregunta Francisco a uno de sus hermanos en la comunidad.

– Sí –responde éste–. Es no tener faltas que reprocharse.

– Entonces, comprendo tu tristeza, porque siempre tenemos alguna cosa que reprocharnos –concluye Francisco.

– Y precisamente por eso, no espero conseguir nunca la pureza de corazón.

(Aparecen los escrúpulos)

– Ah, fray León, créeme –replicó Francisco–, no te preocupes tanto por tu pureza. Vuelve tu mirada hacia Dios. Admíralo. Alégrate por lo que es: todo santidad. Dale gracias por él mismo. Eso, hermano mío, es tener el corazón puro. Y cuando estés así, vuelto hacia Dios, bajo ningún concepto vuelvas sobre ti mismo.

A modo de conclusión, y para que las palabras finales tengan la fuerza y la plenitud que buscamos, retomo el libro citado antes, Sabiduría de un pobre, para que nos deleitemos con la definición que hace san Francisco de la santidad:

La santidad no es la realización personal, ni la plenitud que nosotros mismos nos otorgamos. Es, por encima de todo, el vacío que nos descubrimos, que aceptamos y que Dios llena a medida que nos abrimos a su plenitud.

Por Eduardo Romero