Las personas necesitamos luz para vivir. Podemos pasar temporadas con más o menos luz, pero cuando aparece el sol todo se ve de manera diferente. No sólo los colores y las formas, sino también la percepción de la realidad.
La luz es necesaria para la vida en general, no sólo para las personas. Las plantas se orientan según la luz, es cuestión de fijarnos cómo colocan sus hojas para darnos cuenta. Los recién nacidos siempre buscan una luz para jugar e interactuar con ella.
Cuando el ser humano pudo descubrir el fuego y, más adelante la manera de alumbrarse por la noche, cambió diametralmente la organización de su vida. Hoy nos resulta muy difícil imaginarnos sin luz artificial. Si no fuéramos capaces de producir luz, simplemente iríamos a dormir a las seis o siete de la noche durante el invierno.
Pero con todo esto de la luz hay efectos muy curiosos, por ejemplo, cuando está todo oscuro a veces podemos ver algo porque la luna o las estrellas reflejan la luz del sol. Por otro lado, los cuerpos y algunos objetos guardan luz cuando es de día o la reciben y después son capaces de desprenderla. Es el caso de los objetos fosforescentes y fluorescentes.
La fluorescencia se da cuando, al ser iluminado, un objeto emite luz de manera inmediata. Es diferente de la fosforescencia, que se produce cuando el objeto almacena la energía para emitir luz posteriormente. La fluorescencia sirve para destacar un ciclista en la carretera cuando las luces de un coche lo iluminan. La fosforescencia es el efecto de algunas manecillas de reloj durante la noche.
Aún hay un tercer efecto, la termoluminiscencia, que es la propiedad de algunos minerales, por ejemplo el cuarzo, de almacenar luz y calor en el día y ser aislante y, de noche, desprender estos mismos elementos. Un cuarzo podría servir como lámpara.
De alguna manera, estos fenómenos nos muestran ejemplos de cómo vivir con luz en tiempos en que no haya tanta. Hay personas que, cuando viven un momento intenso, en seguida lo reflejan y alegran haciendo amenas las convivencias. Hay otras que guardan aquel tesoro vivido y les sirve para dar luz o calor cuando no lo hay. Su experiencia les dura y tienen constantemente el don de dar luz a los demás.
Por Elisabet Juanola Soria
Voz: Claudia Soberón
Música: Manuel Soler, con arreglos e interpretación de Josué Morales
Producción: Hoja Nuestra Señora de la Claraesperanza
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