Continuando con el tema del contrapunto musical, donde nos habíamos quedado, la música instrumental empieza a tener relevancia a partir de Monteverdi y la primera ópera de la historia, ORFEO. Es a partir del melodrama que la música instrumental empieza a adquirir señas de identidad. Al principio sin forma definida, pero pronto, durante el siglo XVII, se da la invención de la fuga y el canon para instrumento solo, como el clave, o para conjunto de instrumentos, incluso instrumentos de diferente timbre y familias: qué adelanto perder el miedo a mezclar simultáneamente una flauta y una viola da gamba, por ejemplo, con lo bien que suena. La cuestión es que se inventa una de las primeras formas estructuradas de música instrumental polifónica (también de música cantada) que es la fuga, la cual Bach, en el siglo XVIII, llevará hasta las últimas consecuencias con su insuperable obra El arte de la fuga. Es una forma musical de las más difíciles de componer, más difíciles de tocar y más difíciles de explicar, por lo menos para mí. Lo cierto es que, cuando oyes el principio de una fuga, detectas que estás delante de una de ellas. Esta forma de contrapunto necesita dos voces por lo menos, aunque normalmente es a cuatro voces. Es decir, sólo se puede reproducir: con un piano, clave u órgano (estos son instrumentos polifónicos) en los que cada mano sería una voz y en el caso del órgano, además, los pies (dos manos más dos pies, igual a cuatro voces); o con dos instrumentos o más, iguales o diferentes; o con dos voces cantadas o más (dos laringes).

Ahí está el adelanto musical implícito en la fuga: es una forma de estructuración compleja de expresión musical que hace evolucionar la música en direcciones nuevas, dándole entidad propia a la música instrumental. En el siglo XVI la voz humana era lo más importante. A partir de ahora (siglo XVII), el instrumento musical empieza a gozar de categoría por sí mismo.

Bueno, ¿y qué es una fuga? En la fuga hay sujeto-tema, respuesta, contrasujeto-contratema, exposición, divertimento, stretta… Pero, prescindiendo de los tecnicismos, podríamos exponerlo con sencillez para tener una ligera idea, diciendo que si tenemos cuatro voces -soprano, mezzosoprano, tenor y bajo (podrían ser cuatro instrumentos o un órgano)-, inicia el tenor una melodía que se divide en dos partes, cuando empieza la segunda parte, comienza a cantar también la mezzosoprano con otra melodía, a su vez de dos partes, pero distinta de la del tenor. Cuando esta segunda voz empieza la segunda parte, también empieza la soprano (la tercera voz) con otra melodía parecida pero distinta de las otras dos que están sonando. Y por último entraría el bajo (cuarta voz) que empezaría a cantar otra melodía parecida pero distinta, a partir de la segunda parte de la tercera voz (soprano).

Llega un momento que todos cantan melodías parecidas pero diferentes y se acaba cuando las cuatro voces han expuesto la melodía (su tema, su respuesta…) al menos una vez. La fuga continuará con otro bloque de temas expuestos de manera parecida. Entre bloque y bloque puede haber partes de música contrapuntística libre, no fugada.

La diferencia con el canon es que la melodía de este, con sus dos partes que canta cada voz, no es distinta ni parecida, sino que es igual (os acordáis del Frère Jacques dormez vous…). Imaginaos la complejidad de la estructura del canon y la fuga hasta donde puede llegar.

La fuga da una forma estructurada y bien definida a la música polifónica. Un buen músico del siglo XVII (hasta 1758, muerte de Haendel) ha de saber componer fugas y cuanto más complejas mejor: escolásticas, invertidas, retrógradas, dobles, triples, múltiples, etcétera.

Dicen que la sensación de huida en la aparición y desaparición sucesivas de los temas propios de la forma fugada, es el motivo del origen del término con que se conoce: fuga.

Yo haré lo mismo, para reencontrarnos en otra ocasión. Hasta pronto.

Por Xavier Torres